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Junto a las tecnologías de la información y comunicación (TIC), las nanotecnologías y la fabricación avanzada, la biotecnología es uno de los ejes clave en el futuro de la industria. Las inversiones en el sector crecen en paralelo a la demanda de profesionales y al peso de las compañías de ámbito biotecnológico en las economías de los países desarrollados. Su impacto alcanza a otros sectores, como salud, agricultura, industria, alimentación y medio ambiente. Un dato relevante: en el MIT Media Lab, laboratorio de investigación del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts, cerca del 30% de la actividad se relaciona con la biotecnología.

Prueba de este auge continuado de la biotecnología es que el sector cerró el ejercicio 2018 con una revalorización del 2,92% a nivel global. Los fondos que centran su estrategia en compañías biotecnológicas se encuentran entre los que mejor comportamiento tuvieron en 2019, con rentabilidades superiores en muchos casos al 20%.

El último informe de la patronal española del sector, Asebio, correspondiente a 2018, indica que las más de 700 empresas de biotecnología han tenido un impacto en la economía de nuestro país de casi 7.000 millones de euros (el 0,7% del PIB) y han generado 92.384 empleos. El sector biotecnológico español valora positivamente el entorno, una tendencia que viene consolidándose desde 2013 y que en 2018 alcanzó su punto máximo.

Todo ello implica unas perspectivas esperanzadoras de cara a los próximos años para las diferentes áreas relacionadas con las Life Sciences: farmacia, biotecnología, seguros médicos, productos médicos, servicios médicos, distribución… Lo cual no quiere decir que el sector no se enfrente a obstáculos y desafíos. Entre los principales elementos facilitadores para las empresas del sector encontramos el talento de los empleados; la cooperación entre compañías, universidades y centros tecnológicos; la disponibilidad de personal cualificado en el mercado laboral y la cooperación con clientes y proveedores.

En el extremo opuesto se hallan aspectos que dificultan el desarrollo de la biotecnología en España. Los periodos de rentabilidad largos y el coste de la innovación son los principales hándicaps para el desarrollo de la economía relacionada con las Ciencias de la Vida y la Salud. Pero también inciden negativamente la falta de información sobre el mercado biotecnológico, la carencia de infraestructuras especializadas como centros tecnológicos o centros de servicios auxiliares y la escasez de proveedores especializados (consultores, abogados, etc.).

La relación con las Administraciones Públicas también es crucial para el sector. El apoyo de la Administración Pública es uno de los 10 elementos más valorados por las compañías biotecnológicas, aunque la baja sensibilidad de las instituciones
públicas hacia el sector también es una de las principales dificultades que encuentran. Hay que decir, no obstante, que, mientras la valoración del apoyo recibido ha crecido un 13,8% de 2017 a 2018, la sensibilidad ha mejorado un 4,95% en el mismo periodo, según la opinión de los distintos agentes del escenario biotecnológico español consultada por Asebio.

Todos estos desafíos no pasan desapercibidos a las consultoras y proveedores de servicios SAP, que desde hace tiempo ofrecen soluciones diseñadas para la industria farmacéutica y biotecnológica. Productos y servicios de logística; márketing y ventas; producción, envasado y gestión de activos; para puntos de venta y farmacias; control de las operaciones en planta, ciberseguridad o gestión corporativa son solo algunos de los más destacados.

De cara al futuro, las prioridades de las compañías de este sector están encabezadas por la internacionalización. El lanzamiento de nuevos productos al mercado, la entrada en fases clínicas, ensayos de campo o escalado, la adquisición de ecnologías y/o conocimiento y el licence-out de tecnologías son las siguientes en términos de importancia. Otros objetivos muy tenidos en cuenta son las alianzas con otras empresas, tanto usuarias como del sector; la contratación o alianza con centros públicos, la expansión de las operaciones a otras áreas de negocio y dar un nuevo enfoque a las actividades de I+D. No hay que olvidar que el gasto en investigación y desarrollo es un factor clave en el sector: en 2017 supuso 402 millones de euros, un 4,3% del valor de su producción.