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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera
Pablo Neruda 

“En el año 91, cuando yo tenía 12 años había una banda terrorista que ponía bombas y aquel dia decidieron masacrar Madrid. Uno de esos 3 coches fue el de mi madre, justo antes de que me dejase a mí en el colegio. Aquello nos destrozó el cuerpo a las dos, pero milagrosamente salvamos la vida. Ella sin un brazo y sin una pierna vino al hospital y me dio, en ese momento, el consejo que me ha servido, no solo en ese momento, sino en toda mi vida: Hija, esto es lo que tenemos y con esto vamos a tener que vivir toda la vida. Tenemos dos opciones: vivir amargadas, sufriendo, maldiciendo a los terroristas que tienes todo el derecho del mundo por lo
que nos ha pasado o decidir que tu vida empieza hoy y que vas a luchar por tener una vida lo más parecida a la que tu tenías. Yo con 12 años lo tuve clarísimo: Mamá he nacido sin piernas.”

Este es el inicio de la impresionante conferencia que impartió Irene Villa en el año 2019 en las instalaciones del BBVA. La mayoría de las personas, a menos que hayamos pasado por vivencias similares, no podemos
comprender realmente el sufrimiento y el dolor que ha atravesado esta maravillosa mujer en su vida. Por un lado, escuchamos el desgarrador relato y, por otro, sorprende y fascina el lugar desde el cual cuenta su historia. Irene Villa habla desde un lugar luminoso, de claridad, un lugar sin rastro de sufrimiento. Un lugar que no queda atrapado en el pasado ni atisba rencor alguno. Evidentemente, hay un lugar que las bombas no han tocado: ese lugar se llama RESILIENCIA.

FUNDAMENTOS
La RAE propone esta definición de resiliencia:

  1.  f. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
  2.  f. Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.

La resiliencia es, por tanto, una suerte de inteligencia de adaptación y recuperación; la capacidad de volver a un estado inicial u original. En lo psicológico ese estado original es nuestra claridad y paz mental. Nacemos en claridad mental y muchas veces en nuestra vida la experimentamos espontáneamente. La resiliencia es ese resorte elástico que devuelve a la mente, en un movimiento autorregulador, a su origen psicológico, a su estado natural. La mente deja de estar  nterferida y vuelve a sí misma. La mente como el agua, en su estado natural, es limpia y transparente. Simplemente observa a un recién nacido y podrás contemplar intuitivamente esa transparencia: la energía, la afectividad y la lucidez fluyendo y atravesando su existencia.

La resiliencia refleja la lógica implícita de nuestra salud innata y cuyos efectos son claramente visibles, por ejemplo, en la intervención de Irene Villa.

La resiliencia no es patrimonio de los niños o de algunos elegidos, sino forma parte de cualquier ser humano. Igual que nacemos con la capacidad de respirar o de regular la temperatura del cuerpo, nacemos con la inteligencia de la resiliencia. Es parte inherente de nuestra naturaleza como seres humanos. La resiliencia es esa capacidad natural que nos devuelve al centro de nosotros mismos. Nos devuelve a casa. Nos devuelve a la paz, seguridad y bienestar.

Albert Camus lo expresa con profundidad y belleza:
En medio del odio me pareció que había, dentro de mí, un amor invencible. En medio de las lágrimas me pareció que había, dentro de mí, una sonrisa invencible. En medio del caos me pareció que había, dentro de mí, una calma invencible. Me di cuenta a pesar de todo, que… En medio del invierno había, dentro de mí, un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque no importa lo duro que el mundo empuje en mi contra; dentro de mi hay algo más fuerte, algo mejor, empujando de vuelta.

RESILIENCIA PRÁCTICA
Para comprender por qué algunas personas viven con una mayor capacidad de regulación psicológica que otras tenemos que profundizar un poco más en la esencia de la resiliencia y en nuestra condición humana. Para ello propongo una definición complementaria:
“La resiliencia no está condicionada a las circunstancias, al pasado o al futuro”. Gran parte de mi vida he sentido que el momento que me tocaba vivir, estaba, en gran medida, condicionado por lo acontecido en el pasado. Me resultaba imposible sentir o experimentar plena libertad o bienestar emocional. Siempre había algo de fondo que me atormentaba.
Parecía que había algo roto en mí. Aquello que interfería podía haber sucedido hace 30 o 40 años o hacía dos semanas. Una y otra vez volvía ese pasado que me condicionaba y lastraba mi existencia.
Hablando con pacientes, clientes y amigos sé que la experiencia que describo es muy común. Con mayor o menor carga muchas personas sienten el condicionamiento y la atadura del pasado con la consecuente opacidad vital de fondo que no permite desplegar plenamente su energía, pasión y sabiduría innatas.

EL MALENTENDIDO
Del mismo modo que parece que el mundo es plano al divisar el horizonte, parece que el pasado tiene influencia en nuestro presente. Pero realmente no es así. El pasado es un recuerdo que en el momento presente cruza nuestra mente.
De la misma manera que parece que el sol se mueve durante el día a lo largo del firmamento, parece que las circunstancias, el futuro, o mi autopercepción es causa directa de mi experiencia. Pero realmente no es así.
Estamos protegidos o inmunizados psicológicamente respecto a nuestro pasado, futuro, las circunstancias, o las, a menudo extrañas, ideas que tenemos de nosotros mismos. Somos libres. Somos psicológicamente libres respecto a los hechos tangibles o intangibles que se manifiestan en nuestra vida. Esto no significa que no haya acontecido el pasado o que determinadas circunstancias concurran en un preciso momento, sino que no tienen un poder que automática e implícitamente les atribuimos:
Las circunstancias, el pasado o el futuro no tienen el poder de dictar lo que sentimos. El sentir tiene un devenir independiente de las circunstancias externas de la vida. Eso explica por qué diferentes personas bajo las mismas circunstancias pueden tener experiencias totalmente opuestas.
Muchas personas se sienten víctimas de su pasado o de sus circunstancias. Les sobrepasan las cosas con las que tienen que lidiar en el día a dia o las obligaciones o la incertidumbre que presenta el futuro o la persecutoria culpa o las “heridas” del pasado.

Esto ocurre porque establecen una causa-efecto directa entre el acontecimiento y su bienestar: tan sólo podrán estar en paz, volver al equilibrio psicológico, si la circunstancia cambia o “se arregla”. La necesidad de equilibrar las circunstancias, el mundo de fuera, para garantizar el bienestar es un lugar infalible para generar máximo stress y presión. Es el lugar del sufrimiento. En el momento que pensamos que la circunstancia es causa directa de nuestro bienestar psicológico, comienza el desequilibrio, la mente comienza a desplegar estrategias defensivas y nos sentimos atrapados. Si pensamos que el mundo de fuera atraviesa “la membrana” de la consciencia incidiendo directamente en la experiencia, empieza el sufrimiento.
Hay un malentendido, por tanto, que deriva de un simple error de atribución del origen de mi sentir.
Cada vez que pienso que las circunstancias, el pasado o el futuro impactan en mi bienestar o malestar, estoy estableciendo una relación causal errónea. En ese preciso momento la mente se empieza a activar. Se empieza a preocupar. Y pierdo el bienestar.
En cambio, cada vez que VEO profundamente que mi bienestar o mi malestar viene de lo que estoy pensando en tiempo real, en este preciso momento, la mente deja de construir rizomáticamente nuevos pensamientos y tiende a volver al silencio. La mente se aquieta y alcanza un estado de mindfulness, un estado de equilibrio y coherencia psicológica.
Nuestra vida se desarrolla instante a instante en nuestra conciencia, instante a instante en nuestro mundo psicológico, instante a instante en nuestra realidad perceptivo-cognitiva.

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