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Hace una década hizo fortuna un acrónimo, SMAC, cuyas siglas hacían referencia a 4 tendencias tecnológicas: Social, Mobile, Analytics y Cloud. En aquel momento analistas y empresas tecnológicas alentaban a las compañías a adoptar estas cuatro tecnologías, con la promesa de que esa adopción les proporcionaría ventajas competitivas y la amenaza de que no hacerlo les dejaría fuera de juego.
Pasada esa década, podemos mirar con perspectiva ese fenómeno, y comprobar que esas tecnologías ya no suponen un reto. Las redes sociales no han supuesto una revolución en la colaboración y comunicación interna en las empresas; la movilidad sin duda se ha convertido en un fenómeno casi universal; las empresas tienen todavía mucho que mejorar en lo relativo al análisis y extracción de conocimiento de sus datos; y la nube se ha convertido en una herramienta universalmente aceptada para obtener recursos de procesamiento y almacenamiento de información. El término SMAC ha dejado de tener relevancia y sus componentes se han integrado en el paisaje tecnológico corporativo.
La pregunta que podemos hacernos es: ¿es todavía posible innovar con tecnología? ¿pueden suponer las tecnologías de la información todavía una ventaja competitiva, en un mundo en el que las TIC se han integrado en el tejido mismo de la empresa? ¿Debemos seguir innovando, invirtiendo en tecnología con el objetivo de destacarnos de nuestros competidores?
Mi punto de vista es que sí, que de hecho estamos en el momento previo a una enorme efervescencia tecnológica. Estamos presenciando la maduración de un conjunto de tecnologías que tendrán la capacidad de separar a las empresas líderes del resto. En SEIDOR llamamos a esas tecnologías CRIBA, porque separarán a las empresas que estarán en la cresta de la ola, de las que tendrán dificultarse para diferenciarse. Estas tecnologías son la Computación cuántica, la Realidad extendida, el Internet of everything, Blockchain, y la Inteligencia Artificial.
La Computación cuántica va a suponer una revolución comparable a la de la democratización de la computación de hace 4 décadas. Desde entonces, se ha cumplido la ley de Moore por la que la capacidad de miniaturizar cada vez más los chips se dobla cada dos años. Sin embargo, esta capacidad es limitada, porque los transistores empiezan a hacerse tan pequeños, que nos enfrentamos a la denominada barrera cuántica. La respuesta de los ingenieros ha sido abandonar la confortable
seguridad de los deterministas 1 y 0 y sustituir los bits por los cúbits, en la que la unidad mínima de información puede tener el estado 0, 1 o ambos a la vez. La computación cuántica supone un cambio de paradigma, ya que puede proporcionar solución a problemas que son irresolubles con la informática basada en bits. El avance de la computación cuántica está siendo lento, pero diversos fabricantes están desarrollando ya implementaciones comerciales del concepto de cúbit. Estamos ante una revolución que nos obligará a reinventar capacidad y algoritmos para adaptarlos al nuevo paradigma.
La realidad extendida hace referencia a todo un conjunto de tecnologías como la realidad aumentada (RA), virtualidad aumentada (VA) y realidad virtual (RV). Estamos empezando a generar experiencias inmersivas en las que los seres humanos pueden interactuar de manera cada vez más intensa con entornos “reales” en los que parte de esa realidad está construida por una máquina. Así, podemos aumentar la realidad física con información contextual haciéndola visible en tiempo real, o sumergirnos en una realidad virtual construida enteramente de manera digital. En los próximos años veremos infinidad de aplicaciones de esa realidad extendida, que irán incorporándose a nuestro día a día, proporcionándonos nuevas experiencias profesionales o de ocio.
Internet of everything es la extensión del concepto de “Internet de las cosas”, acuñado por CISCO, quien lo define como “la conexión inteligente de personas, procesos, datos y objetos”. El foco en este caso no está tan sólo en las comunicaciones de máquina a máquina, como lo está en Internet of Things sino que incluye las interacciones entre persona y máquina e incluso aquellas entre personas en las que se utilicen mecanismos tecnológicos. El volumen de objetos conectados y de interacciones entre objectos y personas está explotando exponencialmente y será uno de los principales drivers de transformación en los próximos años.
En cuarto lugar, las tecnologías Blockchain tienen una capacidad transformadora extraordinaria. Desde los Smart contracts, hasta las criptomonedas, pasando por aplicaciones empresariales como la trazabilidad de las cadenas logísticas y de aprovisionamiento, la educación, la salud y la democracia digital, Blockchain tiene miles de aplicaciones que hoy sólo estamos empezando a explorar. La posibilidad de registrar y consultar transacciones de manera inequívoca y segura sin la necesidad de un intermediario de confianza tiene numerosísimas aplicaciones potenciales que todavía no se han desplegado.
Finalmente, la inteligencia artificial es sin duda el conjunto de tecnologías que tendrán un impacto más importante en los próximos años. La disponibilidad de volúmenes ingentes de datos, sumado al avance en los algoritmos de redes neuronales que permiten a las máquinas aprender de los mismos, dispararán las aplicaciones y supondrán una diferenciación entre las empresas “cognificadas” y las que aún no lo están. La utilización profunda de las tecnologías de inteligencia artificial situará en ventaja competitiva a las empresas pioneras.
Buenas noticias: la tecnología seguirá teniendo en los próximos años la potencialidad de aumentar nuestra competitividad empresarial, y no hará falta ser demasiado osado para poder aprovecharnos de sus posibilidades. Servicios de inteligencia en
la nube proporcionados por empresas de software como SAP con Leonardo, democratizarán el acceso a tecnologías como el Internet of Everything o la Inteligencia Artificial. Sin embargo, no es menos cierto que las empresas necesitan de nuevos liderazgos para identificar las oportunidades y seleccionar las inversiones tecnológicas que pueden marcar la diferencia.